Los ríos son ecosistemas muy valiosos desde un punto de vista ecológico y ambiental. A pesar de que los ríos ocupan una pequeña superficie con respecto a los ecosistemas terrestres, son únicos no sólo por la elevada riqueza de especies que presentan, sino también por el papel que éstas juegan, y por los procesos implicados en su funcionamiento, de manera que, por un lado, constituyen verdaderas islas de biodiversidad genética, taxonómica y funcional (WCMC, 1998), y por otro, forman corredores de comunicación entre diferentes ecosistemas (**).
Sin embargo, el aprovechamiento intensivo del agua y de las fértiles tierras de cultivo en las vegas del río Segura, han propiciado un empeoramiento en el estado de un ecosistema clave como es el bosque de ribera, y ese debilitamiento ha favorecido su invasión por parte de especies exóticas invasoras que, como ocurre en ocasiones con el cañaveral de Arundo donax, forman comunidades monoespecíficas.
Los hábitats autóctonos son más ricos en biodiversidad que los dominados por Especies Exóticas Invasoras, porque generan una mayor variedad de nichos donde las especies autóctonas pueden asentarse. Por todo ello, favorecer su desarrollo resulta clave para mantener un medio ambiente sostenible y para favorecer la adaptación y mitigación al cambio climático.
Río Segura en Cañaverosa
El río Segura, columna vertebral de la Cuenca Hidrográfica del Segura, nace en Pontones (Jaén) y recorre 352 km antes de desembocar en el mar a la altura de Guardamar del Segura (Alicante). Su localización en el ámbito mediterráneo, caracterizado por un clima de grandes contrastes, junto con una topografía desigual y una compleja historia geológica, determinan la presencia de una amplia variedad de ecosistemas que convierten al río Segura en uno de los ríos con mayor diversidad de la Península Ibérica, albergando varios endemismos ibéricos de peces, una elevada riqueza de fauna asociada y una singular vegetación de ribera que escolta al río formando un mosaico de ambientes y comunidades.
Zarzaparrilla (Smilax aspera)
Uno de los impactos ambientales más inmediatos de la actividad agrícola es la ocupación para cultivos de los terrenos adyacentes al cauce, desplazando o eliminando la vegetación autóctona de ribera que cumple múltiples funciones ecológicas: hábitat para otras especies, corredor ecológico, filtro biológico que evita la entrada de fertilizantes y pesticidas en el agua, etc.
Eliminación de ripisilva por cultivos
La Directiva Marco del Agua (2000/60/CE) tiene como principales objetivos proteger, mejorar y regenerar todas las masas de agua superficiales con el objeto de que alcancen el buen estado ecológico para el año 2015. Para conseguir ese buen estado es clave la buena salud del bosque de ribera, como garante de la continuidad longitudinal, vertical y transversal del río y auténtica infraestructura verde que presta numerosos servicios ecosistémicos, incluyendo la mejora de la calidad del agua y la menor incidencia de plagas agronómicas, debido al efecto homeostático típico de los ecosistemas maduros y complejos.
Para conseguirlo, nos serviremos de diferentes armas: la propia naturaleza (a través de la sucesión natural del ecosistema), las nuevas tecnologías, con la creación de una app móvil para reportar la detección de posibles especies exóticas invasoras y, como elemento clave, la participación pública a través de actividades de voluntariado y acuerdos de custodia.
Este último elemento resulta capital, puesto que son las personas que habitan en el entorno del río la primera línea de defensa del ecosistema, y resulta esencial que comprendan su importancia y se comprometan a colaborar en su protección, lo que redundará además en un mayor sentido de pertenencia: el río como patrimonio común y los vecinos como parte fundamental de su defensa.
(*) Ripisilva: del latín ripa (ribera) y silva (bosque)
